jueves, 13 de septiembre de 2012

CUARTO MANDAMIENTO



Como ya habíamos dicho en una sesión anterior, el amor es una decisión, el hombre decide amar, en la primera elección y decisión esta Dios porque es el amor mismo que se da y se comunica, pero al mismo tiempo es el quien nos muestra es verdadero sentido del amor en la gratuidad y la gratitud, gratuidad porque de él lo recibimos todo gratuitamente, sin merecerlo y por su puro amor y misericordia, y la gratitud, es la reacción naturalmente sana de la creatura a su creador, tal es así que decía Francisco de Asís, “las aves entonan canticos de alabanza y agradecimiento a Dios por su infinita bondad”, cuanto más los seres humanos que reconocemos a Dios desde lo más profundo de nuestro corazón y desde el uso correcto de la razón, ahí conocemos y experienciamos el amor mismo, pero Dios en su decálogo no quiso que el hombre mire solamente hacia lo alto y pierda de vista lo más cercano a él, que es su prójimo, sino que se relacione con su medio, en tal sentido le concedió al hombre el don de la vida y de ser participe desde su libertad a la continuidad de este don, para comunicar a los hijos y ellos vivan desde sus primero días de vida la experiencia misma del amor de sus padres que es una gota del reflejo del amor de Dios, y a partir de ellos reconocer la gratuidad, la verdad, la autoridad, el respeto y la donación y compensar con la gratitud; por ello afirma el catecismo de la iglesia católica “el cuarto mandamiento encabeza la segunda tabla. Indica el orden de la caridad. Dios quiso que, después de él, honrásemos a nuestros padres, a los que debemos la vida y que nos han transmitido el conocimiento de Dios.”

El cuarto mandamiento nos abre la puerta a la socialización y a la sociabilidad, pues acondiciona nuestra vida a reconocernos dependientes, queridos y ligados a otros seres que como hermanos mayores y autoridad nos comunican parte de sus vidas, para que podamos aprender y vivir a partir de ellos, así mismo, modela nuestro carácter, temperamento y costumbre pues nos adaptarnos a los demás y aprendemos a respetar pareceres, criterios u pareceres diferentes, y nos orienta a respetar a quien lo dice, y nos enseña a ser humildes a relacionarnos y convivir con los otros.

A través del cuarto mandamiento Dios ha querido mostrar a los hombres el sentido de la autoridad, del respeto y las mutuas relaciones, ya san Pablo en Ef. 6 hace un llamado a la relación de hijos a padres y viceversa en el marco del respeto y la caridad en el Señor.

“Hijos, obedezcan a sus padres, pues esto es un deber: Honra a tu padre y a tu madre. Es, además, el primer mandamiento que va acompañado de una promesa: para que seas feliz y goces de larga vida en la tierra. Y ustedes, padres, no sean pesados con sus hijos, sino más bien edúquenlos usando las correcciones y advertencias que pueda inspirar el Señor.”


Como hijos estamos llamados a la sumisión, disponibilidad y auxilio de nuestros padres, pues es en ellos que esta representada la autoridad de Dios en nuestras vidas, ciertamente en un mundo como el que nos toca vivir, donde la familia esta tan disminuida por el pecado y el distanciamiento por entre padres, tan cuastionada la autoridad, pareece ser un mandamiento que no esta acorde a nuestro tiempo, pero lo que en el fondo esta norma no cambia, mas por el contrario invita a retomar la experiencia del respeto y fomentar la armonio dentro de la familia, y a partir de alli dar el testimonio de fe como buenos cristianos.



1.- Elabora un organizador grafico con ilustraciones respecto al tema:

2.- aporta con un analisis y criticas costructivas, alternativas para el cumplimiento de este mandamiento en nuestra vida actual

3.- Dialoga con tus padres, donde encuentran las mayores dificultades de la relacion entre padre e hijos en los hogares de nuestra sociedad actual, y anotalos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Buenos días.

Con respecto al tema de la obediencia hacia los padres, tengo mis dudas. Ante todo, soy católico practicante y procuro cumplir la Voluntad de Dios.

Expongo mi duda: pongamos que unos padres, en su tarea de educar a sus hijos, pretenden que éstos, alcanzada cierta edad (que puede ser la de entrada en la Universidad o FP), les digan "que no escojan cierta carrera porque eso no les va a dar de comer". Por supuesto que los padres sí deberían prevenir seriamente a sus hijos de tomar caminos erróneos y dañinos a la hora de ganar dinero (el juego, la prostitución, el proxenetismo, el narcotráfico, el robo, etc).

Pero si el hijo siente que su pasión está en una carrera moralmente legítima (por ejemplo, la Arqueología o la Electrónica) y sus padres le dicen "tú has de ser economista para así ganar mucho dinero" o también se da el caso de "tú has de ser médico como tus padres y tus abuelos, para así honrar y continuar la tradición familiar", yo pienso que, por mucho que esa carrera no vaya a generarle muchos ingresos o bien sea diferente a la de sus padres o incluso sus abuelos, no tiene que obedecer a sus padres en ese punto concreto. Asimismo, Dios nos ha dado a cada uno unos dones o talentos (algunos más terrenales, como pueden ser la facilidad para la Electrónica o para la Carpintería, y otros más espirituales, que de alguna u otra manera están ligados a la evangelización y la propagación del Mensaje de Cristo).

Asimismo, hay otro punto importante: si Dios a cada uno nos llama a una vocación concreta (al sacerdocio a algunos varones, al matrimonio a la mayoría, a la vida consagrada a otras personas, ya sea la vida monacal de clausura o misionera), es preciso obedecerLe a Él antes que a los padres. No son pocos los casos de padres o madres que meten a sus hijos varones en el seminario (o a sus hijas en el convento) forzosamente, y esto es un grave error, pues es Dios Quien llama, no los padres. Igualmente es grave que los padres "casen" a su hijo con la hija de Fulano o a su hija con el hijo de Mengano, sabiendo que esa decisión ha de ser libre por parte de los contrayentes, es más, es Dios quien llama a los esposos a unirse en matrimonio y fundar una nueva familia y los padres no tienen sino el deber de aceptar ese llamado de Dios.

Yo pienso que esto sería también extensivo a la vida académica (Universidad o FP) y laboral: cada uno debería escoger la carrera y/o el empleo que más le apasionen y motiven, dejando en segundo plano el tema económico (a no ser que se encuentren en una situación económica comprometida) y en último lugar la "carrera profesional" o "lo bien que quede tal o cual experiencia en el CV". En este aspecto, los progenitores podrán aconsejar, pero nunca coaccionar al hijo a coger un empleo sólo por el dinero o por el nombre de la firma si ese empleo no le motiva al hijo; en todo caso, deben animarle a coger ese empleo que les apasione (siempre y cuando lo que se haga en ese empleo sea moralmente correcto, claro). Un ejemplo en el que yo disuadiría a mis hijos (si los tuviera, actualmente estoy soltero) de coger determinado empleo es si deciden montar un casino (lo siento, pero no veo que los casinos sean precisamente lugares donde abunden las virtudes, sino que se nutren aprovechándose de la adicción al juego de muchas personas, algo que considero injusto y contrario a la dignidad de la persona humana). Pero si tuviera un hijo que tuviera que elegir entre un empleo A que le gusta muchísimo, aunque sea en un local de barrio, y un empleo B que, siendo en una multinacional, no me motiva tanto, yo le diría: "Hijo, elige el empleo que más te guste, y esfuérzate por dar lo máximo de ti el tiempo que estés en ese trabajo."

No sé lo que opina usted al respecto.

Saludos.