viernes, 4 de septiembre de 2009

CUARTO VIAJE


Un día en Jerusalén, cuando Pablo estaba en el templo, los israelitas lo prendieron y lo sacaron fuera. Cuando iban a matarlo, el tribuno fue avisado de la revuelta, y dio permiso a Pablo para hablar. Pablo contó a todo el pueblo su conversión, pero los judíos no lo querían escuchar. Pero se dieron cuenta de que tenía ciudadanía romana, y todos tuvieron miedo y lo soltaron. Pero tuvo que presentarse en el sanedrín y allí hubo una gran discusión entre saduceos y fariseos, porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni espíritus, ni ángeles, y los fariseos si que creen en eso. El tribuno lo sacó de allí. 40 judíos acordaron no comer ni beber hasta haber matado a Pablo. Harían llevar a Pablo ante el sanedrín, y allí lo matarían. Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró, y se lo dijo al tribuno. El tribuno que se llamaba Claudio Lisias llevó a Pablo a Cesarea, donde mandaba el gobernador Félix. Lo llevó acompañado de un gran ejército. Le mandó a Félix una carta, diciéndole que no tenía ningún cargo, y que los judíos lo querían matar por motivos de su religión. Pasados algunos días, el sumo sacerdote y algunos otros presentaron su acusación contra Pablo ante Félix. Lo acusaron de profanación del templo, y de alborotador. Félix lo dejó hablar y Pablo dijo que nada de lo que decían era cierto, y que él no organizaba tumultos. Pablo habló con Drusila, la mujer de Félix, sobre la ley judía y Dios.
Pero a Félix lo sucedieron. Fue Porcio Festo, que, por caer bien a los judíos, encarceló a Pablo.
Porcio Festo fue a Jerusalén, y los jefes de los sacerdotes le dijeron que trajera a Pablo a Jerusalén, pues lo querían matar por el camino. Pasados 10 días, volvió a Cesarea, donde juzgó a Pablo. Los judíos le acusaban, pero él decía que nada era verdad. Luego apeló al emperador. Porcio dijo:
-Si apelas al emperador, al emperador irás. Los reyes Agripa y Berenice, que estaban de paso, lo quisieron escuchar. Pablo les contó de qué lo acusaban y les contó su vida. Festo, en un primer momento, dijo que estaba loco de tanto estudiar. Pero los demás le dijeron que, de no ser por su apelación, estuviera en libertad.
Pablo se puso rumbo a Italia. Estaba custodiado por un centurión llamado Julio Augusta. Llegaron a Sidón, donde le dejaron ir a visitar a sus amigos. Después atracaron en Mira de Licia, donde encontraron un barco con destino a Italia. Costearon Creta. Era otoño y la navegación era peligrosa. Pablo se lo advirtió al centurión, pero éste sólo hizo caso al patrón del barco. Días después se levantó un viento huracanado, Navegaron a la deriva durante varios días. No tenían comido y habían arrojado todo al mar. Pablo les dijo:
· No temáis, pues un ángel del señor se me ha aparecido y me ha dicho que todos salvaréis la vida, pues tengo que compadecer ante el César.
A la noche número 14, los marineros presintieron tierra cerca. Pablo obligó a los 276 viajeros a comer y tiraron el trigo sobrante al mar. A la mañana siguiente avistaron una playa. Al intentar acercarse, la nave encalló. Los soldados se pusieron a matar a los presos, para que no escaparan, pero el centurión los paró, dando ordenes de ir todos a tierra. Así se salvaron todos.
Luego se enteraron de que la isla se llamaba Malta. Los nativos los trataron muy bien. Les encendieron una hoguera. Pablo fue a coger unas ramas para avivar el fuego, y una víbora le mordió. Todos pensaban que iba a morir, pero al no hacerlo, lo trataron como un dios. El gobernador de la isla era Publio, cuyo padre estaba en cama. Pablo oró y lo curó imponiéndole las manos. Todos los enfermos de la isla eran también curados. Nos dieron todo lo necesario y no embarcamos de nuevo.
Se embarcaron y pasaron por muchas ciudades romanas como Pozzuoli o Regio. Por fin, llegaron a Roma. Los hermanos de Roma le salieron al encuentro. Tres días después, Pablo llamó a todos los judíos. Les contó toda su historia y ellos respondieron que no habían recibido ningún informe desfavorable sobre Pablo. En otra reunión Pablo los quiso convertir. Muchos se convirtieron, aunque otros seguían sin creer.
Pablo permaneció dos años más en una casa alquilada por él, donde podía explicar la palabra de Dios sin ningún miedo y con toda libertad.

TERCER VIAJE


Desde Antioquía de Siria, Pablo fue visitando todas las comunidades de Asia Menor, fortaleciéndolas en la fe y animándolas a seguir creyendo en Jesús. Visitó Derbe, Iconio, Listra y Antioquía de Pisidia. Pablo viajó luego hasta Éfeso.
En Éfeso había un hombre llamado Apolo, que venía de Alejandría. Conocía el camino de Dios, aunque sólo el bautismo de Juan. Hablaba en la sinagoga con mucho entusiasmo. Priscila y su marido Aquila lo oyeron y le acogieron, enseñándole todo lo referente a Dios. Luego se fue a Acaya, animado por la comunidad de Éfeso. Después de que Apolo se marchase, Pablo llegó a Éfeso. Allí se encontró con unos discípulos que decían no saber nada del Espíritu Santo. Pablo les preguntó que qué bautizo habían recibido, y ellos respondieron que el de Juan. Pablo les bautizó en nombre de Jesús y les impuso las manos. El Espíritu Santo bajó sobre ellos y se pusieron a predicar. Eran doce hombres. Pablo se puso a predicar durante tres meses en la sinagoga, pero algunos no querían creer y hablaban mal de él. Así que formó un grupo y les predicaba todos los días en la escuela de Tirano. Así estuvo 2 años. Dios realizaba milagros de curación de enfermos por medio de Pablo, sólo poniendo pañuelos o imponiendo las manos. Había siete judíos hijos de un sacerdote llamado Esceva, que eran exorcistas, y sacaban malos espíritus de otras personas en nombre de Jesús. Pero el Espíritu Malo les dijo que conocía a Jesús, pero a ellos no. Inmediatamente después los agarró y los sacudió. Los dejó desnudos y malheridos. Después de este acontecimiento creció el respeto hacia Jesús. Los magos quemaban sus libros públicamente y todos confesaban sus malas conductas. La palabra de Dios se afirmó. Pablo tomó la decisión de ir a Jerusalén, pasando por Macedonia y Acaya. Envió a macedonia a Timoteo y Erasto pero él se quedó en Asia Menor.
Un orfebre llamado Demetrio, reunió a todos los demás orfebres y les dijo que según lo que Pablo contaba, Artemisa no era diosa, y temía que su empleo se desprestigiara. Por eso empezaron a gritar: “Grande es Artemisa de Éfeso”. Fueron hacia el templo llevando consigo a algunos amigos de Pablo. Éste quería ir, pero no le dejaron por miedo. La asamblea estaba alborotada. Todos gritaban. Alejandro quiso hablar al pueblo, pero se enteraron de que era judío y no le dejaron. El canciller los logró calmar y les dijo:
-No actuéis con precipitación. Estos hombres que habéis traído son culpables de nada. Y si todavía queréis argumentar algo, hacedlo ante los procónsules en las asambleas públicas.
Y disolvió la asamblea. Cuando esto terminó, les dio ánimos y se fue para Macedonia. Daba ánimos a todas las comunidades y luego llegó a Grecia. Estuvo tres meses allí. Los judíos se conjuraron contra él cuando iba a embarcar para Asia, por eso se volvió por Macedonia. A Pablo le acompañaban Sóraper, Aristarco, Segundo, Gayo, Timoteo, Tíquico y Trófimo. Éstos se adelantaron y los esperaron en Troade. Pablo celebró la Pascua en Filipos y luego se embarcó para Troade, donde se encontraron. Allí, en Troade, estuvieron una semana. El domingo celebraron la fracción del pan en Troade. Pablo se tenía que ir al día siguiente y se alargó en su discurso. Eutiquio estaba sentado en la ventana. Como era tan largo el discurso de Pablo, se quedó dormido y se cayó desde un tercer piso. Cuando lo cogieron, estaba ya muerto. Pero Pablo dijo que no, que aun estaba vivo. Subieron arriba y parieron el pan Pablo siguió hablando hasta el amanecer. Luego se fue. El muchacho estaba vivo. Pablo hizo el camino por tierra, y sus compañeros lo esperaron en Aso, después de un viaje por mar. Ya todos juntos siguieron con un barco hasta Mitilene. Después, bordeando la costa, pasaron por Quío(Chios), Samos y Mileto. Pablo había dicho que no quería pasar por Éfeso, porque quería estar en Jerusalén para Pentecostés. Desde Mileto, Pablo hizo buscar a los responsables de la iglesia de Éfeso y les dijo:
-Ya nada me importa mi vida, lo más importante es dar testimonio del evangelio de Jesús. Ya no os voy a volver a ver, así que cuidad de vosotros mismos.
Al término, se puso de rodillas y oró. Todos lloraron y lo abrazaron. Después lo acompañaron hasta el barco.
Con el barco fueron hasta Cos, después a Rodas y luego a Patara. Allí encontraron un barco con destino a Fenicia. Avistaron Chipre a su izquierda, y fueron a Siria, concretamente Tiro, que era donde el barco tenía que descargar. En Tiro se quedaron siete días. Allí los discípulos le decían que no fuera a Jerusalén, pero Pablo y sus acompañantes fueron. Con el barco llegaron hasta Tolemaida. Allí pasaron un día con los hermanos. Después fueron hasta Cesarea, y estuvieron con Felipe, que era uno de los siete diáconos, y que tenía cuatro hijas profetas. Llevando allí varios días, vino de Jerusalén un profeta llamado Agabo. Y le dijo a Pablo que si iba a Jerusalén los judíos le atarían y lo llevarían ante los paganos. Los compañeros de Pablo lloraban, pero Pablo respondió que él tenía que morir en nombre de Jesús. Y como no lo convencían, sus compañeros dijeron:
-¡Hágase la voluntad de Dios!
Días después subieron a Jerusalén. Algunos discípulos de Cesarea fueron con ellos y les dieron hospedaje en casa de Nasón, discípulo de Chipre. En Jerusalén, los recibieron con alegría. Luego, Pablo fue a casa de Santiago, donde estaban reunidos todos los jefes de la Iglesia y les contó lo que Dios había hecho, y ellos alabaron a Dios.

SEGUNDO Y TERCER VIAJE


Este viaje comienza con la separación de Pablo y Bernabé por una discusión sobre sus compañeros. Pablo escogió a Silas, y Bernabé escogió a Juan Marcos y se fueron a la isla de Chipre. Pablo y Silas fueron a Derbe, Listra...
Allí, en Listra, había un discípulo llamado Timoteo de padre griego y madre judía convertida al cristianismo llamada Eunice. Timoteo los acompaña y van transmitiendo a todas las comunidades los acuerdos alcanzados en el concilio de Jerusalén, y les piden que las acaten. Iban pasando por ciudades de Asia Menor, pero el Espíritu Santo les impedía ir o anunciar la palabra. Así que fueron a Troade. Aquella noche, Pablo tuvo una visión. Le pedían que pasara a Macedonia a anunciar la palabra de Dios. Al día siguiente, fueron a Macedonia. Desembarcaron en Filipos. Allí, bajaron al río donde algunas mujeres oraban. Pablo vio que una mujer creía en el verdadero Dios y le abrió el corazón. Toda su familia se bautizó, y ésta los acogió en su casa. Se llamaba Lidia, y era comerciante de púrpura. Un día se les apareció una pitonisa que los seguía y que gritaba: “Éstos son siervos de Dios que os traen la salvación''. Pablo se hartó y le dijo al espíritu que saliera. El espíritu salió de ella, pero los amos de ésta cogieron a Pablo y Silas y los llevaron ante las autoridades. Los acusaron de alborotadores. Los azotaron y encarcelaron. A medianoche, estaban orando, cuando se produjo un gran terremoto. Las puertas de la cárcel se abrieron solas. El carcelero se quería suicidar, pues pensaba que los presos se habían escapado, pero estaban todos dentro. El carcelero agradecido, se convirtió al cristianismo y se bautizó con toda su familia. Luego comieron en un banquete con Pablo y Silas. Los magistrados les dieron la libertad por medio del carcelero, que fue quien se lo comunicó. Pero Pablo les reprochó que, siendo ciudadanos romanos, los hubieran azotado en público y ahora los mandaran soltar. Así se les dijo a los magistrados, quienes, llenos de miedo, dieron sus excusas a Pablo y Silas. Éstos fueron a casa de Lidia a despedirse y salieron de la ciudad con destino a Tesalónica.
Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica. Allí había una sinagoga judía. Estuvo tres sábados comentando las escrituras con los judíos y anunciando la resurrección de Cristo. Muchos judíos se convirtieron, además de griegos y mujeres de la aristocracia. Pero los judíos se amotinaron y organizaron tumultos. Entraron en la casa de Jasón, buscando a Silas y a Pablo. No los encontraron y arrastraron a Jasón y a otros hasta la asamblea del pueblo. Los acusaban de proclamar otro rey, Jesús. Y a Jasón lo acusaban de haberlos hospedado. Los dejaron en libertad tras una fianza. Pablo y Silas a escondidas en la noche escaparon a Berea.
En Berea entraron en la sinagoga, donde eran más educados, y estudiaron las escrituras. Muchos se convirtieron. Pero los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo y Silas estaban en Berea, y fueron a amotinar a la gente. Los discípulos hicieron partir a Pablo inmediatamente hacia la costa, a Atenas. Silas y Timoteo se quedaron. Los que acompañaron a Pablo hasta Atenas, volvieron con el encargo de avisar a Silas y Timoteo para que se reunieran con él.
Pablo los esperaba en Atenas, y se indignaba al ver como los atenienses solo adoraban a ídolos. Conversaba con judíos en la sinagoga. Los filósofos también lo escuchaban y le preguntaban:
-¿Qué doctrina es esa que enseñas?
- La del Dios que hizo el cielo y la tierra y que resucitó de entre los muertos- respondió Pablo.
Algunos se rieron. Pablo los abandonó, aunque muchos le siguieron como Dionisio el Aeropagita, una mujer llamada Dámaris y otros.
Pablo fue a Corinto después de esto. Allí Pablo se quedó en casa de Aquila y Priscila, quienes venían de Roma por el decreto del Emperador de expulsar a los judíos de Roma. Fabricaban tiendas. Conversaba en la sinagoga los sábados. Peor cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó sólo a predicar la palabra. Los judíos le insultaban. Fue a casa de Ticio Justo. Muchos corintios se convirtieron y se bautizaban. Dios le dijo a Pablo en una visión que no callase, que nadie le haría daño. Estuvo en Corinto un año y medio más. Un día, los judíos llevaron a Pablo ante el tribunal. Gobernaba el procónsul Galión. Éste los echo del tribunal objetando que con las cuestiones referentes a su religión él no haría nada. Los judíos dieron una paliza al jefe de la sinagoga, llamado Sóstenes. Después se despidieron de sus hermanos, y fueron a Éfeso, donde no se quedó mucho tiempo. Luego fue en barco a Cesarea, a Jerusalén y después a Antioquía, donde comienza el tercer viaje.

PRIMER VIAJE DE SAN PABLO


El viaje comienza en Antioquía. Pablo y Bernabé eran los misioneros de este viaje. Este era el primer lugar donde predicaban a los no judíos, es decir, a los paganos. A partir de estas fechas, a los discípulos, también se les empezó a llamar cristianos. Los nuevos cristianos llamados `'no judíos'' enviaban dinero a Jerusalén por medio de Pablo y Bernabé. Los dos misioneros y grandes amigos, estuvieron predicando en Antioquía un año. Después, viajaron a Seleucia, ciudad de la costa, donde tomaron un barco que les llevó a la isla de Chipre, concretamente a Salamina. En este recorrido llevaban siempre de ayudante a Juan Marcos, compañero de viaje. En todas estas ciudades nombradas, formaban comunidades y dejaban encargados para cuidarlas. Después llegaron a Pafos. Allí mandaba el procónsul Sergio Pablo. En su séquito se hallaba el mago Elimas o BarJesús. Pablo y Bernabé predican la palabra y el procónsul con su familia quiere convertirse, pero el mago lo quiere impedir. Pablo llama al mago embustero, embaucador, empedernido, hijo del diablo y enemigo de todo lo bueno, y deja a Elimas ciego. En ese momento, después del milagro, el procónsul cree. Después de esto toman un barco con el que abandonan la isla de Chipre. Llegan a Perge de Panfilia donde Juan Marcos los abandona y se vuelve a Jerusalén. Van hacia el norte, a Antioquía de Pisidia. Allí, después de escuchar la ley en la sinagoga, los maestros les invitaron a hablar. Pablo y Bernabé hablaron claramente y al final, las gentes les pedían que volvieran a hablar el sábado siguiente. Muchos judíos se convirtieron después de este sermón. Al sábado siguiente muchísimas personas escuchaban a Pablo y Bernabé. Los judíos, llenos de envidia, los insultaban y les rebatían. Pablo y Bernabé dijeron con valentía que si los judíos rechazaban la palabra, tendrían que dirijirse a los paganos. Éstos se alegraron. Los judíos prometieron una persecución contra Pablo y Bernabé y engañaban a los líderes para que no se convirtieran. Después echaron a Pablo y Bernabé de Antioquía y estos, en señal de protesta, se sacudieron el polvo de los pies.
Fueron a Iconio. Allí hablaron en la sinagoga y muchos judíos y paganos creyeron. Se quedaron mucho tiempo predicando. La ciudad se dividió: unos a favor de los apóstoles y otros a favor de los judíos. Este último grupo trazó un plan para maltratarlos e incluso apedrearlos, pero Pablo y Bernabé se dieron cuenta y escaparon a Listra y a Derbe a predicar.
En Listra había un paralítico de nacimiento. Pablo vio que tenía fe y lo curó. Entonces la gente les empezó a tratar como dioses. A Pablo lo llamaban Hermes y a Bernabé, Zeus. El sacerdote del templo de Zeus hizo traer unos toros adornados para un sacrificio. Pablo y Bernabé se rasgaron los vestidos y les dijeron que tenían que abandonar a los dioses vacíos. Mucha gente se convirtió. Algunos judíos vinieron de Iconio y Antioquía de Pisidia y se ganaron a la gente. Apedrearon a Pablo y creyeron que estaba muerto. Pero los discípulos lo rodearon a se levantó. Salió hacia Derbe con Bernabé.
Anunciaron el evangelio en Derbe, donde ganaron algunos discípulos. Luego volvieron hacia Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, animando a las comunidades. Luego bajó a Atalía y tomaron un barco que les llevó a Antioquía de Siria, donde estuvieron bastante tiempo con los discípulos.

SAN PABLO


1. ORÍGENES e INFANCIA
Saulo, más tarde Pablo, nació en Tarso, actual Turquía, en el año 33 después de Cristo. Sus padres eran fieles cumplidores de la ley judía, y lo llamaron Saulo, como el antiguo rey hebreo. Al octavo día fue circuncidado.
2. ESTUDIOS y MISIÓN como JUDÍO
Se educó rigurosamente de acuerdo con la interpretación de la Ley de los fariseos, y lo entrenaron para ser rabino. Fue un judío joven de la diáspora, y escogió el nombre latino de Pablo, porque fonéticamente se parecía al suyo. Conocía bien la cultura griega, cosa que después se refleja en sus cartas. Fue educado en Jerusalén por Gamaliel el Viejo. Era un gran defensor de la Ley judía, y veía como una enemiga a la joven Iglesia cristiana, pues la consideraba una secta dentro del judaísmo. Participaba como testigo en el martirizamiento de los cristianos, como el de San Esteban, del que guardo sus ropas. Pensaba que la ley judía era santa justa y buena, opinión que cambiaría después. Estaba ciego y obsesionado con matar a los cristianos. Tanto es así, que entraba en las casas cristianas y encarcelaba a toda la familia.
3. CONVERSIÓN
Corría el mes Nisán del año 37. Gamaliel había muerto hace poco y Saulo se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, pues él quería encarcelar a tantos cristianos como encontrase por el camino. En su viaje, Saulo pasó por El Bireh, la aldea donde María se dio cuenta de la pérdida de Jesús en el templo. Cerca ya de Damasco, una luz lo tiró del caballo. Una voz hablaba, pero sus acompañantes no veían a nadie. La voz decía:
-Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?.
Saulo pregunto:
-¿Quién eres, Señor?
Respondió:
-Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Entra en Damasco. Allí te dirán qué hacer.
Saulo se quedo ciego. Tenía los ojos abiertos, pero no veía nada. Lo introdujeron en Damasco, donde estuvo 3 días sin comer ni beber. Ananías, fue enviado por Jesús para curar a Saulo, al que le impuso las manos. De los ojos se le cayeron unas escamas. Comió y ya podía ver. Al principio, Ananías no quería curar a Saulo, porque había oído hablar del daño que causaba a los discípulos de Jerusalén. Pero Dios le obligó, objetando que era su modo de llevar el mensaje a todos los pueblos. Saulo, después de esto, empezó a predicar que Jesús es el Mesías por todo Damasco. Todo el mundo se acordaba de su etapa como perseguidor, y les sorprendía mucho. Los judíos, llenos de envidia, intentaron darle muerte, controlando todas las salidas de la ciudad, pero sus amigos le ayudaron a saltar el muro de la ciudad para escapar. Llegó a Jerusalén. Se intentaba unir a los discípulos, pero todos le tenían miedo por sus acciones pasadas. Pero Bernabé lo presentó a los apóstoles y les contó sus visiones de camino a Damasco. Los apóstoles lo aceptaron, y ya vivía libremente por las calles de Jerusalén. La Iglesia gozaba en aquellos momentos de una inmensa paz.
Después de convertirse, Pablo cambió muchas de sus opiniones acerca de las leyes y de Dios. Veía al cristianismo como una llamada a todos los pueblos, sin tener en cuenta los requerimientos de la Ley judía. Pablo pensaba que la Ley ya no podía vencer al pecado ni a la muerte. El único que podía era Dios. Pablo nunca hablo de su conversión con ese nombre, siempre se refirió a ella como una llamada de Dios.